Probablemente ya habréis leído frases como esta en alguna de las entradas dedicadas a los injertos en sello: «lo mejor es espaciar al máximo las curas y, en cada cambio de apósito, limpiar y tocar lo menos posible». Incluso recolocamos los injertos que han quedado en el apósito… (Ver post: «Recolocar y no retirar las costras: dos reglas no escritas de los injertos en sello»)
Vamos a entender el por qué de esta recomendación.
En los artículos de revisión más recientes sobre el tema del lavado de las heridas1 repiten, de manera muy acertada, el siguiente concepto: «En ausencia de tejido desnaturalizado o signos de infección en el lecho de la herida, la práctica de limpiar rutinariamente una herida durante los cambios de apósito no es más que un ritual y puede en realidad retrasar la cicatrización». Pero no hay que olvidar que la higiene de la piel perilesional y del miembro afectado (por ejemplo, pierna y pie de personas con úlcera venosa) es importante siempre para evitar complicaciones.2
Por tanto, antes de lavar una herida, pregúntate para qué lo vas a hacer…
Y si decides que estaría indicado lavarla, ten en cuenta estos dos puntos clave (Ver post: «El arte de lavar las heridas»):
- Para el lavado de las heridas, el agua de grifo potable parece ser tan eficaz y más eficiente que el suero salino.
- Usaremos productos con propiedades antisépticas esencialmente en caso de úlceras infectadas o con biofilm resistente.
Referencias:
qué grado de evidencia tiene el lavar o no las heridas?
Interesante y con lógica, muchas gracias